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Cómo recuperar la barrera cutánea dañada: consejos efectivos

Noelia Pérez by Noelia Pérez
in Cuidado Facial
Cómo recuperar la barrera cutánea dañada: consejos efectivos
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La barrera cutánea, compuesta principalmente por lípidos y células, actúa como la primera línea de defensa frente a agentes externos y es esencial para mantener la hidratación de la piel. Sin embargo, factores como la exposición excesiva a productos químicos agresivos, cambios climáticos extremos o rutinas de cuidado inadecuadas pueden debilitar esta protección natural, provocando sequedad, irritación y sensibilidad. Según un informe de The Journal of Dermatology (2021), los desequilibrios en la barrera cutánea están relacionados con afecciones como la dermatitis atópica y el envejecimiento prematuro.

Recuperar una barrera cutánea dañada no solo mejora la apariencia de la piel, sino que también refuerza su función protectora. Los estudios destacan la importancia de ingredientes como los ceramidas, los ácidos grasos esenciales y los antioxidantes para restaurar el equilibrio cutáneo. Este artículo explora las causas más comunes de su deterioro y las estrategias respaldadas por evidencia científica para promover una recuperación efectiva.

¿Qué es la barrera cutánea?

La barrera cutánea es una estructura clave en la piel que actúa como la primera línea de defensa frente a factores externos y regula la pérdida de agua transepidérmica. Esta barrera se localiza principalmente en el estrato córneo, la capa más externa de la epidermis, y está formada por células llamadas corneocitos, que están unidas por una matriz de lípidos esenciales.

Composición de la barrera cutánea

La composición de la barrera cutánea combina elementos celulares y moleculares que trabajan en conjunto para proteger e hidratar la piel:

  1. Corneocitos: Son células queratinizadas rodeadas por una envoltura proteica rígida. Estas células están organizadas como si fueran «ladrillos» en una pared.
  2. Lípidos epidérmicos: Incluyen ceramidas (50%), colesterol (25%) y ácidos grasos libres (15%). Estos lípidos actúan como el «cemento» que une a los corneocitos, formando una barrera efectiva que limita la permeabilidad.
  3. NMF (Natural Moisturizing Factor): Factores hidratantes naturales compuestos por aminoácidos, urea y sales minerales que retienen agua en los corneocitos.

La interacción de estos componentes mantiene la textura, elasticidad y función protectora de la piel.

Funciones principales de la barrera cutánea

  1. Protección frente a agentes externos: Impide la entrada de microorganismos patógenos, alérgenos y sustancias químicas irritantes.
  2. Regulación de la hidratación: Minimiza la pérdida de agua mediante la integridad de los lípidos intercelulares y el NMF. Según un estudio de la revista Journal of Investigative Dermatology (2018), la deshidratación puede aumentar hasta un 25% si los niveles de ceramidas disminuyen significativamente.
  3. Homeostasis cutánea: Mantiene el equilibrio entre los procesos de descamación y regeneración celular, lo cual es esencial para la integridad del estrato córneo.

Alteraciones fisiológicas y patológicas

Cuando la barrera cutánea se ve comprometida, se producen cambios que afectan tanto la apariencia como la salud de la piel. Entre las alteraciones más comunes se encuentran:

  • Aumento de la pérdida de agua transepidérmica (TEWL): Esto genera sequedad crónica e irritación.
  • Hiperrreactividad cutánea: La piel se vuelve más susceptible a agentes irritantes, lo que puede desencadenar afecciones como dermatitis de contacto.
  • Inflamación crónica: Un estudio publicado en The Lancet (2021) señala que una barrera dañada permite el ingreso de alérgenos que activan vías inflamatorias, contribuyendo a enfermedades como la dermatitis atópica.

Factores de daño en la barrera cutánea

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), los principales agentes que determinan el deterioro de esta barrera incluyen:

  1. Condiciones ambientales: Cambios bruscos en la temperatura y humedad, junto con la exposición prolongada a radiación ultravioleta (UV), degradan los componentes lipídicos.
  2. Uso de productos agresivos: Detergentes, jabones con pH alcalino y exfoliaciones mecánicas frecuentes eliminan los lípidos esenciales del estrato córneo.
  3. Desequilibrios internos: Factores como el estrés crónico, deficiencias nutricionales y trastornos hormonales alteran la regeneración celular.

Mantenimiento y recuperación de la barrera cutánea

Para conservar la funcionalidad óptima de la barrera, es necesario proteger y regenerar sus componentes clave. Estudios clínicos destacan estrategias eficaces:

  • Reparación activa con ceramidas: Un metaanálisis realizado en 2019 confirma que el uso de cremas ricas en ceramidas aumenta en un 40% la retención de hidratación después de cuatro semanas de aplicación.
  • Optimización de los ácidos grasos esenciales: Los omega-3 y omega-6, presentes en aceites de origen vegetal, favorecen la síntesis lipídica, reduciendo la inflamación y mejorando la elasticidad.
  • Foto-protección constante: El uso de filtros solares evita la peroxidación lipídica inducida por radiación UV, que degrada la barrera cutánea según Photodermatology, Photoimmunology & Photomedicine (2020).
  • Mantener el pH fisiológico: Los productos con un pH entre 4.5 y 5.5 conservan la actividad enzimática responsable de la producción de lípidos.

Estudios actuales siguen investigando la relación entre los microbiomas cutáneos y la integridad de esta barrera, reforzando la importancia de su cuidado mediante abordajes multidimensionales.

Causas de una barrera cutánea dañada

El deterioro de la barrera cutánea, formada principalmente por lípidos y corneocitos, ocurre debido a una combinación de factores externos e internos. Este daño afecta su capacidad para proteger la piel frente a agresores externos y mantener una hidratación adecuada, generando vulnerabilidad y diversos síntomas dermatológicos.

Factores externos

Los Factores Externos representan uno de los principales desencadenantes del daño en la barrera cutánea. Estos factores afectan directamente la superficie de la piel e interfieren con su equilibrio estructural y funcional.

  • Exposición a productos químicos agresivos: Ingredientes como sulfatos, alcoholes deshidratantes o fragancias artificiales alteran los lípidos epidérmicos. Según un informe publicado en el Journal of Dermatology (2020), el uso frecuente de jabones con pH elevado aumenta significativamente la fragilidad de la barrera cutánea, especialmente en pieles sensibles.
  • Condiciones climáticas extremas: La exposición prolongada a temperaturas frías o calurosas somete la piel a estrés térmico. Estudios realizados por la Sociedad Europea de Dermatología (2021) concluyen que climas secos reducen hasta un 25% el contenido lipídico de la barrera, facilitando la deshidratación y la aparición de grietas.
  • Radiación ultravioleta (UV): La radiación solar degrada los lípidos esenciales y genera especies reactivas de oxígeno (ROS), promoviendo inflamación y aumentando el riesgo de fotoenvejecimiento. Investigaciones en la revista Photodermatology (2021) indican que la exposición acumulativa a rayos UVB disminuye la cohesión entre los corneocitos, debilitando su función barrera.
  • Contaminación ambiental: Los contaminantes como partículas PM2.5 y gases tóxicos inducen estrés oxidativo al dañar lípidos epidérmicos y proteínas estructurales. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022) reporta que la exposición en áreas urbanas se asocia con un incremento del 30% en casos de dermatitis irritativa.
  • Rutinas de higiene inadecuadas: El uso excesivo de exfoliantes físicos o químicos puede remover la capa protectora de lípidos naturales. Un estudio del British Journal of Dermatology (2018) reveló que los exfoliantes frecuentes alteran la barrera en un 45%, aumentando la susceptibilidad a agentes patógenos.

Factores internos

Los Factores Internos, vinculados a procesos fisiológicos y predisposiciones genéticas, también desempeñan un papel crítico en el daño de la barrera cutánea. Su influencia se observa a nivel celular y molecular, afectando la composición y estabilidad de la barrera.

  • Edad avanzada: Con el envejecimiento se produce una disminución en la producción de ceramidas y otros lípidos esenciales. Según un trabajo de la American Academy of Dermatology (2019), los niveles de ceramidas bajan un 30% después de los 40 años, promoviendo sequedad y pérdida de elasticidad.
  • Desequilibrios hormonales: Condiciones como la menopausia reducen los niveles de estrógenos, lo cual afecta la función barrera al disminuir la síntesis de lípidos. Estudios en mujeres posmenopáusicas publicados en Menopause Journal (2020) evidencian un aumento del 50% en la transpiración insensibilizada al agua (transepidermal water loss o TEWL).
  • Enfermedades cutáneas: Patologías como dermatitis atópica, psoriasis y rosácea alteran profundamente la estructura y composición de la barrera cutánea. En dermatitis atópica, investigaciones del Instituto Nacional de Salud de EE. UU. (2021) encontraron deficiencias en la proteína filagrina, clave para mantener la cohesión entre los corneocitos.
  • Deficiencias nutricionales: Falta de ácidos grasos esenciales, zinc o vitamina E afecta la regeneración lípidica y antioxidante de la barrera. Según la publicación Clinical Nutrition (2019), dietas bajas en omega-3 prolongan la inflamación de la piel en un 40%.
  • Estrés crónico: El estrés induce la liberación de glucocorticoides, los cuales reducen la síntesis de ceramidas y lípidos. Un artículo en Journal of Investigative Dermatology (2020) señala que niveles elevados de cortisol incrementan el TEWL en un promedio del 20%, comprometiendo la función protectora.

El deterioro de la barrera cutánea surge por una interacción compleja de causas externas e internas, muchas de las cuales tienen una base científica sólida respaldada por estudios recientes. Analizar estos factores ayuda a implementar medidas específicas para prevenir y reparar los daños cutáneos.

Señales de una barrera cutánea dañada

La barrera cutánea comprometida se manifiesta a través de diversos síntomas visibles y sensaciones incómodas en la piel que reflejan alteraciones en su función protectora. Reconocer estas señales es clave para intervenir y prevenir un deterioro mayor.

Sequedad persistente y descamación

La sequedad crónica indica la incapacidad de la piel para retener agua en las capas externas debido a la disrupción de los lípidos epidérmicos, esenciales para mantener la hidratación. Según la Academia Americana de Dermatología (AAD), esta condición puede incrementarse en climas fríos o secos y empeorar por el uso de jabones agresivos. La descamación, caracterizada por fragmentos visibles de piel que se desprenden, refleja un daño severo en la cohesión entre los corneocitos.

Enrojecimiento e inflamación

El enrojecimiento de la piel, a menudo acompañado de picor o ardor, es un indicio común. Investigaciones publicadas en The Journal of Investigative Dermatology (2020) señalan que la pérdida de la función barrera provoca una activación del sistema inmunológico innato. Esto desencadena liberación de citocinas proinflamatorias, como la interleucina-1α (IL-1α), exacerbando la inflamación cutánea.

Pérdida de elasticidad y sensibilidad aumentada

La integridad de la barrera afecta directamente la elasticidad cutánea. Una barrera debilitada permite que los agentes irritantes penetren más profundamente, reduciendo la capacidad de la piel para recuperar su forma. Además, investigaciones respaldadas por la Fundación Internacional para el Estudio de la Dermatitis (IFSID) han encontrado que un daño prolongado incrementa la hipersensibilidad a factores externos, como productos químicos y cambios de temperatura.

Aparición de grietas o fisuras

Las fisuras representan rupturas visibles en la superficie de la piel, que facilitan la invasión microbiana. Según un informe del British Journal of Dermatology (2018), estas aberturas destacan en áreas sometidas a fricción constante, como manos y talones. Este fenómeno aumenta el riesgo de infecciones cutáneas, incluidas las causadas por Staphylococcus aureus.

Picor recurrente y malestar

La prurito crónico surge frecuentemente como resultado de una disminución de los niveles de ceramidas en el estrato córneo. Estudios de la Sociedad Europea de Investigación Dermatológica (ESDR) confirman que las ceramidas actúan como barreras naturales contra irritantes que, al no estar presentes en cantidad suficiente, generan impulsos nerviosos que traducen la sensación de picor.

Propensión a infecciones

Cuando la barrera está alterada, se compromete su capacidad para evitar el ingreso de patógenos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), individuos con barreras dañadas tienen mayor predisposición a condiciones infecciosas, desde dermatitis bacterianas hasta exacerbación de afecciones preexistentes como la psoriasis. La disminución de péptidos antimicrobianos, proteínas como la catelicidina, agrava esta vulnerabilidad.

Aparición de manchas y tono desigual

Un daño prolongado expone la piel a un mayor impacto de la radiación UV, lo que afecta la producción de melanina. Estudios realizados por la Sociedad Japonesa de Dermatología (2021) demuestran que esto conduce a la formación de manchas oscuras y un tono de piel no uniforme, asociado al daño oxidativo acumulativo.

Sensación constante de tirantez

El estrés mecánico en la piel asociado a la falta de hidratación genera tirantez, una sensación de tensión permanente en las áreas afectadas por la pérdida de humectación. Este síntoma suele ser más evidente en zonas finas, como el rostro y el cuello, donde la capa córnea es más delgada.

Alteraciones en la textura

Los cambios texturales, como la pérdida de suavidad y una superficie más áspera, reflejan un desequilibrio estructural en los componentes de la capa externa. Según el Instituto Nacional de Salud de EE. UU. (NIH), la ausencia de lípidos clave como los ácidos grasos esenciales disminuye la capacidad de la barrera para regenerarse de forma adecuada, afectando su apariencia y función.


Identificar estas señales permite implementar tratamientos específicos que regeneren la barrera cutánea. Las intervenciones precisas basadas en estos síntomas fortalecen la función protectora y reducen los riesgos asociados al daño crónico.

Pasos para recuperar la barrera cutánea dañada

La recuperación de la barrera cutánea requiere estrategias específicas que restauren su estructura y funcionalidad. Estas tácticas involucran cuidados meticulosos, ingredientes adecuados y protección constante frente a agresores externos.

Limpiar cuidadosamente

Evitar productos agresivos es clave para no alterar más la barrera cutánea. Según un estudio publicado en Journal of Dermatological Science (2020), el uso de limpiadores con pH alcalino puede degradar los lípidos epidérmicos esenciales, intensificando la sequedad y la irritación. Optar por fórmulas con pH fisiológico (5.5) preserva el equilibrio natural de la piel.

Incorporar limpiadores suaves con tensioactivos no iónicos reduce el riesgo de daño en la capa lipídica. Ingredientes como el ácido láctico y el aloe vera no solo limpian eficazmente, sino que también aportan hidratación y calma.

Hidratar adecuadamente

La hidratación asegura la restauración de lípidos y retención hídrica. Según un análisis del British Journal of Dermatology (2018), los humectantes como la glicerina y el ácido hialurónico penetran en las capas superficiales de la epidermis, aumentando el contenido de agua en la piel. Además, los emolientes, como los aceites ricos en ácidos grasos esenciales (ejemplo: aceite de jojoba), rellenan los espacios intercelulares deteriorados.

Las ceramidas, componentes estructurales críticos de la barrera, promueven la cohesión celular. Estudios liderados por la Universidad de Kioto (2021) resaltan que formular productos con ceramidas sintéticas o de origen vegetal mejora significativamente la reparación cutánea en pieles dañadas por eczemas o irritaciones crónicas.

Elegir ingredientes reparadores

Optar por activos dermatológicos respaldados por la ciencia acelera la regeneración de la barrera cutánea. Entre los más efectivos destacan:

  • Niacinamida (vitamina B3): Favorece la síntesis de ceramidas y regula la producción de lípidos epidérmicos, según datos del International Journal of Dermatology (2017).
  • Ácidos grasos esenciales: La inclusión de omega-6 (ácido linoleico) y omega-3 (ácido alfa-linolénico) refuerza la elasticidad y mantiene la hidratación natural.
  • Pantenol (provitamina B5): Este ingrediente acelera la recuperación epidérmica al promover la proliferación celular y reducir la inflamación.
  • Antioxidantes naturales: La vitamina E y la coenzima Q10 neutralizan radicales libres, minimizando el estrés oxidativo que agrava el daño barrera.

Estudios liderados por la Clínica Mayo enfatizan que combinaciones de los ingredientes mencionados potencian resultados en pieles sometidas a tratamientos dermatológicos agresivos.

Proteger de factores externos

Fortalecer la barrera implica minimizar la exposición a elementos nocivos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la radiación UV contribuye significativamente a la degradación de las proteínas estructurales de la piel. Es prioritario usar protección solar de amplio espectro (SPF ≥30) que contenga filtros físicos como óxido de zinc o dióxido de titanio.

La contaminación ambiental es otra causa principal del estrés cutáneo. Investigaciones del Journal of Investigative Dermatology (2019) evidencian que partículas finas pueden penetrar la epidermis, intensificando la inflamación y el tono desigual. La aplicación de productos con extractos antioxidantes naturales como té verde o resveratrol actúa como barrera protectora adicional.

Finalmente, evitar el contacto directo con irritantes químicos, tales como detergentes fuertes o productos de limpieza doméstica, puede prevenir nuevos daños. Recomendaciones del Colegio Americano de Dermatología subrayan el uso de guantes de protección y jabones suaves durante estas actividades cotidianas.

Hábitos para preservar una barrera cutánea saludable

Adoptar prácticas que fortalezcan la barrera cutánea ayuda a mantener su función de defensa contra agentes externos y evitar alteraciones en la piel. Estas estrategias se basan en estudios dermatológicos que destacan la importancia de la hidratación, la protección y el uso de productos adecuados.

Utilizar limpiadores suaves y de pH equilibrado

El empleo de limpiadores no agresivos evita la eliminación excesiva de los lípidos naturales presentes en el estrato córneo. Según una investigación publicada en Clinical, Cosmetic and Investigational Dermatology (2018), los productos con un pH similar al de la piel, entre 4,5 y 6, respetan la integridad de la barrera cutánea, minimizando el riesgo de sequedad e irritación. Sustancias como los surfactantes aniónicos deben evitarse debido a su potencial de desestabilizar los lípidos epidérmicos.

Mantener una hidratación adecuada

La hidratación regular con humectantes y emolientes fomenta la restauración del equilibrio hídrico en la piel. Ingredientes como la glicerina, el ácido hialurónico y las ceramidas han demostrado su eficacia al retener agua y fortalecer la matriz lipídica, según un informe de la American Academy of Dermatology (AAD, 2021). Las ceramidas, que constituyen aproximadamente el 50 % de los lípidos en el estrato córneo, desempeñan un papel clave en el sellado de la humedad.

Proteger la piel de la radiación ultravioleta

La exposición prolongada a los rayos ultravioleta (UV) daña los lípidos y proteínas en la barrera cutánea, aumentando la pérdida transepidérmica de agua. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2022), la aplicación diaria de un protector solar con factor de protección 30 o superior reduce el impacto de los rayos UV, previniendo la inflamación y alteraciones en la estructura de la piel. Los filtros físicos como el óxido de zinc y el dióxido de titanio ofrecen una cobertura segura y eficaz.

Preservar los aceites naturales de la piel

Evitar duchas prolongadas y el uso de agua caliente limita la eliminación de los ácidos grasos esenciales. Según un estudio de Journal of the European Academy of Dermatology and Venereology (2020), la temperatura ideal para el cuidado diario de la piel no debe superar los 37 °C. Además, el uso de toallas de algodón para secar suavemente la piel reduce las microabrasiones.

Incorporar ácidos grasos esenciales y antioxidantes en la dieta

El consumo de alimentos ricos en omega-3, omega-6 y antioxidantes contribuye al mantenimiento de una barrera cutánea sana. Estudios revisados por The British Journal of Nutrition (2017) indican que la suplementación con aceite de onagra, rico en ácido linoleico, mejora la elasticidad e hidratación de la piel, mientras que los antioxidantes como la vitamina C y E protegen contra el daño oxidativo.

Evitar productos agresivos y sustancias irritantes

Prescindir de compuestos como parabenos, sulfatos y fragancias reduce el riesgo de sensibilización y daño estructural en la piel. Una investigación de Contact Dermatitis Journal (2021) encontró que los productos formulados con tensioactivos suaves y sin fragancias disminuyen la inflamación en la piel sensible, favoreciendo una recuperación más rápida de la barrera cutánea.

Mejorar la salud del microbioma cutáneo

Una microbiota equilibrada desempeña un papel crucial en la protección contra microorganismos patógenos. Según un artículo publicado en Nature Communications (2020), la inclusión de prebióticos y probióticos tópicos fomenta el crecimiento de bacterias beneficiosas, como Staphylococcus epidermidis, fortaleciendo la barrera cutánea y reduciendo la inflamación.

Controlar el estrés y practicar rutinas de cuidado constante

El estrés crónico eleva los niveles de cortisol, que altera la síntesis de lípidos esenciales en la piel. Una revisión en Dermato-Endocrinology (2019) indica que la gestión del estrés mediante técnicas como la meditación reduce la inflamación y mejora la reparación cutánea. Además, establecer rutinas regulares de cuidado garantiza resultados efectivos a largo plazo.

Dormir adecuadamente para optimizar la regeneración cutánea

El sueño de calidad asegura la correcta regeneración de la barrera cutánea. Durante las fases profundas del sueño, se maximiza la producción de colágeno y lípidos estructurales. Según Journal of Investigative Dermatology (2018), dormir al menos 7-8 horas diarias promueve la reparación de los tejidos epidérmicos y reduce los niveles de inflamación.

Estrategia Beneficio principal
Usar limpiadores suaves Preserva los lípidos epidérmicos
Mantener hidratación adecuada Fortalece la matriz lipídica
Proteger de radiación UV Minimiza la pérdida de agua y el daño oxidativo
Mantener aceites naturales Evita la desecación causada por agua caliente
Consumir ácidos grasos y antioxidantes Favorece la elasticidad y protege contra el envejecimiento
Evitar sustancias irritantes Reduce el riesgo de inflamación y daño cutáneo
Equilibrar microbiota cutánea Refuerza la defensa ante microorganismos
Gestionar el estrés Mejora la reparación y síntesis de lípidos esenciales

Integrar estas prácticas respaldadas por evidencia científica optimiza la función protectora de la barrera cutánea.

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Noelia Pérez

Noelia Pérez

Llevo años estudiando la piel, entendiendo sus cambios, sus señales y todo lo que puede mejorar cuando se le da lo que realmente necesita. Analizo fórmulas, ingredientes y resultados con ojo crítico, porque no todo lo que brilla hidrata… ni todo lo natural funciona. Con el tiempo entendí que el cuidado de la piel no empieza solo en la superficie: también se nutre desde dentro. Por eso también investigo sobre nutricosmética y suplementos, buscando siempre lo que tiene sentido, respaldo científico y resultados visibles. Mi experiencia está hecha de pruebas, errores y muchas conversaciones con personas reales que buscan algo más que promesas en un envase.

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